Fue el tema de la semana para los pocos que quedamos en Montevideo. Estalló el fin de semana a través de redes sociales, y se siguió multiplicando durante varios días. Se le sumaron los programas de la mañana debatiendo  y explicándolo una y otra vez, y obviamente fue el tema central de varios programas de radio. No estoy hablando de las inundaciones en el norte del país, no estoy hablando de las familias sirias que están acampando en Plaza Independencia, no estoy hablando de la Vuelta Ciclista, ni del clima que se avecina para el feriado de Semana Santa. Estoy hablando del caso peculiar de una cafetería, que tuvo la idea poco feliz (a la luz de los acontecimientos) de poner en un pizarrón, entreverado entre el menú del día y el precio del capuchino, “No dogs or Mexicans allowed!”.

Para los pocos que no estén familiarizados con el caso, resulta que un buen señor pasó por la puerta de la cafetería Coffee Shop y reparó en esta curiosa frase en el pizarrón de la entrada. Inmediatamente la tradujo de forma literal, y la subió a Twitter con una foto y un par de comentarios como “Inaceptable” y “Discriminación pura”. Claro que se podría haber cuestionado la rareza de la frase, dado que a simple vista parecería demasiado obvia para resultar discriminatoria. Claro que podría haber consultado a los que atendían el café sobre el significado de aquella expresión en inglés, y claro que podría haber considerado que los inmigrantes mejicanos hablan en español, y si la idea era que estos últimos no entraran al establecimiento, hubiera sido más sensato escribirla en habla hispana. Pero nada de eso sucedió, y con un  simple publicar esto quedó registrado en el universo viral. Y resulta que el buen señor además es el decano de la Facultad de Ciencias Económicas, lo que hizo que el tema cobrara aún más relevancia.

Poco importó que los dueños de la cafetería explicaran que se trataba de una frase de una película de Quentin Tarantino, y que en sí misma es una especie de burla a la discriminación. Poco importó que explicaran que había sido una broma, como un guiño a aquellos que sí vieron la película. Se viralizó inmediatamente, y de un momento a otro, los dueños de un pequeño y tranquilo café se convirtieron en los malos de la película. Una lluvia de agresiones y comentarios negativos vinculados al racismo y a la discriminación inundaron las redes sociales y los sitios gastronómicos donde el establecimiento figuraba como recomendado. Y lógicamente también intervino la IMM que envió un equipo de personas hasta el local comercial, que supongo que querrían verificar que no hubiera una suerte de muro anti-perros y anti-mejicanos, y que asumo no tendrían otra tarea más importante de qué ocuparse. Y  también habló Fabiana Goyeneche en los programas de la mañana para explicar la visión de la IMM. Hasta el intendente se pronunció, y bueno, creo que aquí mejor cito sus palabras: “Podrá tener su explicación, dicen que es una película de Robert de Niro, pero eso poco importa”.

Pero la reflexión de la columna de esta semana no es sobre esta historia que pronto será olvidada (esperemos), sino de lo que hay detrás de toda esta sátira. ¿Cómo puede ser que la sociedad entera condene a los dueños de un café por una simple frase desafortunada? ¿Cómo puede ser que nadie, ni el que sacó la foto, ni los miles que la compartieron, puedan ver más allá de la literalidad de la frase? ¿Cómo puede ser que antes de compartirlo, y de agregar un juicio de valor, no lo pensemos ni un segundo? Vivimos esta realidad, la de estar expuestos. Todo lo que digamos o hagamos se puede viralizar en segundos, y ahí ya no hay explicación que valga. Basta con ver que las acciones de United Airlines cayeron un 4% ayer en Wall Street, a causa del video del médico expulsado del avión. Pareciera que los guardias de ese aeropuerto y el personal a cargo de la aerolínea no supieran el mundo en que vivimos, y más allá de que la conducta en sí misma es inaceptable, también lo es el descuido de tal exposición.

Son las reglas del juego. Vivimos en un mundo en el que parecemos vigilados por el ojo de Big Brother (hablo del personaje, no de mi hermano grande, por las dudas ;), solo que el ojo es el de la cámara de un teléfono, y quien juzga es la sociedad entera, a través de las Redes Morales, como dice Darwin Desbocatti. Las mismas redes sociales que te catapultan, te condenan en menos de cinco minutos. Y todos somos parte de eso, con cada contenido que subimos o que compartimos. Por eso creo que deberíamos ser más cuidadosos, más razonables, y más responsables a la hora de hacer un juicio de valor. En definitiva, que pensemos un minuto antes de hacer click en compartir.

 

Un comentario en “Ni perros, ni mejicanos, paremos un minuto a pensar.

  1. Creo que hay que ser más cuidadosos en las «bromas» no se disculpa el idioma, los mexicanos también saben inglés. Dentro de la delicada situación entre Trump y México es de esperarse la reacción a la inocente broma… que literal y no literal significa lo mismo. Más que tener cuidado al juicio, la gente debería aprender a ser sensible y reconocera el contexto en el que vive. Eso sí es irresponsable.

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