El viernes pasado asistí al America Business Forum, sin pensar, ni por un minuto, que algo de lo que vería allí me iba a inspirar a volver a escribir una columna. Probablemente sea que he ido perdiendo el hábito de escribirlas, porque la verdad sea dicha, no es la primera vez que me sorprendo con los expositores más inesperados en este tipo de eventos, y termino escribiendo sobre eso. De hecho, hay una columna más abajo, en este mismo blog, que cuenta una experiencia parecida. Es la historia de una banda de músicos paraguayos que tocan instrumentos realizados a base de basura reciclada, al final les dejo el link por si no la leyeron. Esta vez, la sorpresa inesperada vino de la mano de un maravilloso boxeador.

Se trata de Sergio Maravilla Martinez, un boxeador argentino, campeón del mundo, ganador de 10 cinturones mundiales. Con su acento porteño y una humildad increíble (si, estas dos cosas pueden ir juntas) nos dejó una muy linda historia de vida. Conocimos a un auténtico luchador, que literalmente la peleó desde abajo, y que entre otras cosas, nos contó los pormenores de una de las peleas más importantes de su vida.

Resulta que cuando aún era un boxeador desconocido, y mientras entrenaba en España, le salió la oportunidad de su vida. Una pelea en Manchester, contra un boxeador más grande que él, en un duelo dificilísimo, donde se jugaba todo. Dos días antes de la pelea, le avisó a su padre, quien no tenía ni plata, ni pasaporte para viajar desde Argentina, pero que de alguna manera se las ingenió para cruzar el océano y acompañar a su hijo ese día. El combate fue duro. Y cuando digo duro, me refiero a la nariz rota en tres pedazos, todos los dientes de arriba y abajo perdidos, un corte de quince puntos en la frente, ocho de las diez falanges rotas, y al menos dos cotillas, también rotas.

Pero a él no le gusta perder, y se levantó. Se levantó porque vio a su padre, porque intercambiaron una mirada, y al boxeador se le “cayó la cara de vergüenza”. Retomó la pelea, la ganó por Kock-Out y obtuvo su primer cinturón. El resto es historia.

Y mientras él contaba todo esto, y me asombraba con todo el auditorio de su valentía y entereza, de su capacidad para dar vuelta la más complicada de las peleas que le había tocado hasta el momento, pensé también en su padre. Es algo que indefectiblemente me pasa desde que tengo hijos.  Eso de ponerme en los zapatos del padre, ver la historia desde ese lado.

No puedo ni pensar en los nervios y la angustia que habrá pasado este señor durante la pelea. Admiro su temple para intercambiar una mirada con su hijo, y de alguna manera motivarlo a levantarse. Pienso en cómo supo que ese día tenía que estar en Manchester, y estuvo. Pienso en el orgullo que habrá sentido al ver a su hijo darle un “poderoso izquierdazo” a tanta adversidad. Pienso en la satisfacción de ver a un hijo triunfar, mientras hace su propio camino.

El padre de Maravilla se llama Hugo. Esta columna se trata de Sergio y Hugo, de una partecita de la historia entre un boxeador y su padre, y de las dos caras de un mismo relato. Una mirada, la vergüenza de uno y el orgullo del otro. Levantarse.

Por más Hugos, que impulsen a sus hijos a más, y más Sergios que los llenen de orgullo. Pienso en la emoción que sentirá Hugo a escuchar a su hijo contando esta historia, y se me pone la piel de gallina.

 

https://lacolumnadelasemana.com/2016/06/12/la-vida-nos-dio-basura-nosotros-le-devolvemos-musica/

 

 

 

3 comentarios en “Una maravilla de historia.

  1. ¡Qué alegría leer una nueva columna!
    Coincido totalmente con tu deseo: que haya más Sergios y más Hugos.
    Pero agrego algo más: que todos los Sergios sepan que, aunque sus padres siempre los querrían ver victoriosos, igual los quieren cuando caen, los quieren siempre. ¿No sería ideal ese equilibrio?
    Un beso grande, Sofi, y gracias por escribir.

    Me gusta

Deja un comentario